Bueno, ¡por fin! he sacado un
ratillo para colgar la primera parte de nuestro viaje a Perú.
Todo el viaje lo organizamos por
nuestra cuenta y la verdad es que nos salió bastante bien. Hoy en día gracias a
Internet es sencillísimo recopilar la información necesaria para organizar un
viaje de este tipo e incluso para reservar las entradas a muchos monumentos y
los billetes de avión o tren que necesitemos para nuestros desplazamientos.
Dado que sólo contábamos con una
semana, tuvimos que limitar el viaje a Lima, Cuzco, Aguas Calientes y Machu
Pichu. No daba tiempo a más y nos dejamos muchas cosas por
ver. El lado bueno es que así tenemos excusa para volver en otra ocasión a este
precioso país.
Nuestra primera parada fue Lima.
El vuelo de ida y el de regreso a España pasaban por el aeropuerto Internacional
Jorge Chávez así que la primera y la última noche las hicimos en esta ciudad.
Si nos hubiéramos dejado llevar por algunos
foros no habríamos visitado Lima. Puedes leer comentarios que dicen que
no merece la pena, que es una ciudad muy peligrosa, que te atracarán si o si,
que el casco antiguo está muy deteriorado... Por suerte yo soy de esos
cabezones a los que nos gusta quemarnos con la plancha para ver si está
caliente y que prefiere ver si de verdad algo merece o no la pena y la verdad
es que me alegro de haber dedicado algo de nuestro escaso tiempo a visitar
Lima.
El hotel lo cogimos en el barrio de Miraflores. Al fin y al cabo solo lo queríamos para dormir y si lo
tienes en una zona tranquila, bien comunicada, con todos los servicios
necesarios y por la que puedes pasear tranquilo incluso bien entrada la noche,
mejor.
Lima es una ciudad de enormes
contrastes. Es una urbe de 8 millones de habitantes donde convive la mas
absoluta pobreza, representada por millones y millones de personas que carecen
de los medios mas elementales, con una emergente y aun minoritaria clase media-alta
(e incluso muy alta) que se concentra en barrios residenciales como Miraflores
o San Isidro en los que uno se olvida de lo que ocurre un poco mas allá. Tan
solo las alambradas electrificadas, las enormes rejas y las alarmas en cada
casa te recuerdan que en esta ciudad hay demasiada gente que tiene muy poco que
perder y que salen cada día de sus favelas para buscar algo con lo que
sobrevivir.
Pero bueno, volvamos a nuestra
visita, que el primer día se centró en el casco antiguo de Lima. Para llegar
desde Miraflores o San Isidro hasta el casco antiguo, lo mejor es tomar el
metropolitano. No, no es un “metro” a la europea. El metropolitano de Lima es un sistema
de autobuses que utiliza, al menos en parte de su recorrido, carriles
exclusivos y físicamente separados para que los que los demás vehículos no
puedan acceder. Eso les permite cruzar la ciudad de forma rápida y en nuestro
caso nos permitió llegar desde nuestro hotel hasta el corazón del casco antiguo
en unos pocos minutos.
Una vez allí, la visita debe
comenzar por la Plaza de Armas, un magnífico conjunto arquitectónico que por si
solo justifica el paseo. La Catedral, el Palacio de Gobierno y el
Ayuntamiento rodean un pequeño parque bordeado al sur por otros
edificios coloniales.
Callejeando desde la plaza
podemos llegar en un agradable paseo a innumerables Iglesias como las de San
Francisco, San Agustín, Santo domingo,… también muy cerca hay magnificas
representaciones de la arquitectura civil colonial como la bonita casa de
Correos o la casa de Osambela.
Después nosotros bajamos hasta la
Plaza de San Martín. Allí se encuentra el Hotel Bolívar donde cuentan que se
sirvió por primera vez el delicioso pisco sour, el coctel mas típico del Perú y
que no podéis dejar de probar.
A dos manzanas está el parque
universitario y desde allí podemos volver a subir pasando por la iglesia de los
huérfanos, la casa de Goyeneche, el Palacio de Torre Tagle y la Iglesia de San
Pedro. Desde esa zona nosotros nos fuimos callejeando hasta el barrio chino y el mercado
central donde pudimos contemplar otra dimensión de esta ciudad multicultural.
Tras comer en el centro, donde
por cierto hay muchísimos restaurantes para todos los gustos y
bolsillos, decidimos dar un paseo para bajar la comida así que nos encaminamos
hasta la Plaza del 2 de Mayo donde tomamos el Metropolitano de regreso a
Miraflores.
Conforme uno va saliendo del centro
histórico, lo nota. Ya no está todo tan cuidado, no hay tanta policía y en la
calle y en el tráfico se aprecia otro ritmo de vida, mas acelerado y caótico.
De todas formas paseando por esa zona en ningún momento tuvimos sensación de
inseguridad.
Y aquí quiero romper otra lanza
en favor de esta ciudad, o al menos de su casco histórico y alrededores. Imagino que habrá
delincuencia, no lo pongo en duda por respeto a aquellos que en alguna ocasión
la hayan sufrido, pero quiero dejar claro que paseando por el
centro (y a veces no tan centro) con la cámara en el cuello y la pinta de
turista tatuada en la frente, en ningún momento nos sentimos amenazados o inseguros
ni tuvimos la sensación de ser el objetivo de algún caco.
Como en el centro turístico de
cualquier gran ciudad, todo es ir con ojo y sentido común. Nosotros llegamos
a cruzar el río Rimac (todo el mundo te aconseja que no lo hagas) y
estuvimos fotografiando en las inmediaciones de la Iglesia de San Lázaro y
nos dimos la vuelta porque un policía nos aconsejó que por nuestra seguridad
nos volviéramos al centro pero, sinceramente, incluso en aquella zona, no nos
sentimos mas amenazados o inseguros de lo que se puede uno sentir en ciertos
barrios de nuestro querido Madrid. En fin, igual simplemente tuvimos suerte…
Para rematar la tarde-noche nos volvimos
a Miraflores a cenar y dar una vuelta desde el parque Kennedy hasta el malecón
y el famoso centro comercial Larcomar.
El segundo día en Lima fue el de
regreso. El vuelo a Madrid salía por la tarde así que dispusimos de un buen
rato que dedicamos a conocer un poco mas la zona de San Isidro y por supuesto,
las famosas Huacas.
Las Huacas limeñas son unas
curiosas construcciones, normalmente con forma de pirámide, de unos 5000 años
de antigüedad (casi de la misma época que las de Egipto) a las que se atribuye
un sentido religioso aunque realmente no se conoce con detalle su verdadera
función. Quedan aun unas 30 en toda la ciudad y aunque de estilos distintos,
suelen estar fabricadas de adobe, barro y cantos rodados.
Nosotros visitamos dos de las mas famosas: Huallamarca y Huaca Pucllana
pero si se tiene mas tiempo hay otras muchas que se encuentran en un buen
estado de conservación/restauración.
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