miércoles, 26 de febrero de 2014

Perú a nuestro aire.

Bueno, ¡por fin! he sacado un ratillo para colgar la primera parte de nuestro viaje a Perú.

Todo el viaje lo organizamos por nuestra cuenta y la verdad es que nos salió bastante bien. Hoy en día gracias a Internet es sencillísimo recopilar la información necesaria para organizar un viaje de este tipo e incluso para reservar las entradas a muchos monumentos y los billetes de avión o tren que necesitemos para nuestros desplazamientos.

Dado que sólo contábamos con una semana, tuvimos que limitar el viaje a Lima, Cuzco, Aguas Calientes y Machu Pichu. No daba tiempo a más y nos dejamos muchas cosas por ver. El lado bueno es que así tenemos excusa para volver en otra ocasión a este precioso país.

Nuestra primera parada fue Lima. El vuelo de ida y el de regreso a España pasaban por el aeropuerto Internacional Jorge Chávez así que la primera y la última noche las hicimos en esta ciudad.

Si nos hubiéramos dejado llevar por algunos foros no habríamos visitado Lima. Puedes leer comentarios que dicen que no merece la pena, que es una ciudad muy peligrosa, que te atracarán si o si, que el casco antiguo está muy deteriorado... Por suerte yo soy de esos cabezones a los que nos gusta quemarnos con la plancha para ver si está caliente y que prefiere ver si de verdad algo merece o no la pena y la verdad es que me alegro de haber dedicado algo de nuestro escaso tiempo a visitar Lima.

El hotel lo cogimos en el barrio de Miraflores. Al fin y al cabo solo lo queríamos para dormir y si lo tienes en una zona tranquila, bien comunicada, con todos los servicios necesarios y por la que puedes pasear tranquilo incluso bien entrada la noche, mejor.


Lima es una ciudad de enormes contrastes. Es una urbe de 8 millones de habitantes donde convive la mas absoluta pobreza, representada por millones y millones de personas que carecen de los medios mas elementales, con una emergente y aun minoritaria clase media-alta (e incluso muy alta) que se concentra en barrios residenciales como Miraflores o San Isidro en los que uno se olvida de lo que ocurre un poco mas allá. Tan solo las alambradas electrificadas, las enormes rejas y las alarmas en cada casa te recuerdan que en esta ciudad hay demasiada gente que tiene muy poco que perder y que salen cada día de sus favelas para buscar algo con lo que sobrevivir.

Pero bueno, volvamos a nuestra visita, que el primer día se centró en el casco antiguo de Lima. Para llegar desde Miraflores o San Isidro hasta el casco antiguo, lo mejor es tomar el metropolitano. No, no es un “metro” a la europea. El metropolitano de Lima es un sistema de autobuses que utiliza, al menos en parte de su recorrido, carriles exclusivos y físicamente separados para que los que los demás vehículos no puedan acceder. Eso les permite cruzar la ciudad de forma rápida y en nuestro caso nos permitió llegar desde nuestro hotel hasta el corazón del casco antiguo en unos pocos minutos.


Una vez allí, la visita debe comenzar por la Plaza de Armas, un magnífico conjunto arquitectónico que por si solo justifica el paseo. La Catedral, el Palacio de Gobierno y el Ayuntamiento rodean un pequeño parque bordeado al sur por otros edificios coloniales.


Callejeando desde la plaza podemos llegar en un agradable paseo a innumerables Iglesias como las de San Francisco, San Agustín, Santo domingo,… también muy cerca hay magnificas representaciones de la arquitectura civil colonial como la bonita casa de Correos o la casa de Osambela.

Después nosotros bajamos hasta la Plaza de San Martín. Allí se encuentra el Hotel Bolívar donde cuentan que se sirvió por primera vez el delicioso pisco sour, el coctel mas típico del Perú y que no podéis dejar de probar.

A dos manzanas está el parque universitario y desde allí podemos volver a subir pasando por la iglesia de los huérfanos, la casa de Goyeneche, el Palacio de Torre Tagle y la Iglesia de San Pedro. Desde esa zona nosotros nos fuimos callejeando hasta el barrio chino y el mercado central donde pudimos contemplar otra dimensión de esta ciudad multicultural.

Tras comer en el centro, donde por cierto hay muchísimos restaurantes para todos los gustos y bolsillos, decidimos dar un paseo para bajar la comida así que nos encaminamos hasta la Plaza del 2 de Mayo donde tomamos el Metropolitano de regreso a Miraflores.


Conforme uno va saliendo del centro histórico, lo nota. Ya no está todo tan cuidado, no hay tanta policía y en la calle y en el tráfico se aprecia otro ritmo de vida, mas acelerado y caótico. De todas formas paseando por esa zona en ningún momento tuvimos sensación de inseguridad.


Y aquí quiero romper otra lanza en favor de esta ciudad, o al menos de su casco histórico y alrededores. Imagino que habrá delincuencia, no lo pongo en duda por respeto a aquellos que en alguna ocasión la hayan sufrido, pero quiero dejar claro que paseando por el centro (y a veces no tan centro) con la cámara en el cuello y la pinta de turista tatuada en la frente, en ningún momento nos sentimos amenazados o inseguros ni tuvimos la sensación de ser el objetivo de algún caco.

Como en el centro turístico de cualquier gran ciudad, todo es ir con ojo y sentido común. Nosotros llegamos a cruzar el río Rimac (todo el mundo te aconseja que no lo hagas) y estuvimos fotografiando en las inmediaciones de la Iglesia de San Lázaro y nos dimos la vuelta porque un policía nos aconsejó que por nuestra seguridad nos volviéramos al centro pero, sinceramente, incluso en aquella zona, no nos sentimos mas amenazados o inseguros de lo que se puede uno sentir en ciertos barrios de nuestro querido Madrid. En fin, igual simplemente tuvimos suerte…

Para rematar la tarde-noche nos volvimos a Miraflores a cenar y dar una vuelta desde el parque Kennedy hasta el malecón y el famoso centro comercial Larcomar.


El segundo día en Lima fue el de regreso. El vuelo a Madrid salía por la tarde así que dispusimos de un buen rato que dedicamos a conocer un poco mas la zona de San Isidro y por supuesto, las famosas Huacas.


Las Huacas limeñas son unas curiosas construcciones, normalmente con forma de pirámide, de unos 5000 años de antigüedad (casi de la misma época que las de Egipto) a las que se atribuye un sentido religioso aunque realmente no se conoce con detalle su verdadera función. Quedan aun unas 30 en toda la ciudad y aunque de estilos distintos, suelen estar fabricadas de adobe, barro y cantos rodados.


Nosotros visitamos dos de las mas famosas: Huallamarca y Huaca Pucllana pero si se tiene mas tiempo hay otras muchas que se encuentran en un buen estado de conservación/restauración.

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