miércoles, 19 de febrero de 2014

París en poco mas de dos días


París no era precisamente de esas ciudades que yo tenía en mi lista de deseos. Es verdad que no conozco a nadie que haya ido y no le haya gustado pero, aun así, no sé porqué, no era una ciudad que me atrajera especialmente… hasta que la conocí.

La verdad es que es una ciudad muy bonita. Hasta la torre Eiffel, que en fotos siempre me resultó de lo mas cursi, he de reconocer que gana en persona.

No teníamos mucho tiempo para visitarla, apenas dos días y medio, así que decidimos planificar bien la visita y aprovechar los cortos días de enero al máximo. Esto exige levantarte pronto y aprovechar las primeras horas de la mañana aunque haya que abrigarse bien porque en París en enero hace FRIO.

Nuestro vuelo llegaba a primera hora de la mañana al aeropuerto de Orly que está bien comunicado por bus y tren con la ciudad aunque en cualquiera de los casos hay que rascarse el bolsillo. Nosotros optamos por el Orlyval, un tren que en pocos minutos te lleva a la estación de Antony, donde puedes conectar con la red de metro para ir a cualquier punto de París. Solo el Orlyval cuesta 9€ (2014) y si optáis por el combinado orlyval-metro sale por 11,65€. Es un medio rápido y cómodo.

Otra buena alternativa es el Orlybus que cuesta algo menos y en poco mas de media hora te acerca a Denfert-Rochereau donde puedes enlazar con la red de metro y RER (tren de cercanías). Ambos medios están incluidos en los diferentes bonos por días/zonas que vende la RATP (Visite Card), que valen una pasta pero que si se va a usar mucho el transporte pueden llegar a compensar. Es cuestión de echar cuentas.

Nosotros nos buscamos un hotel en el centro, junto a la Iglesia de Madeleine, a mitad de camino entre la Ópera y los Campos Elíseos. Aun así, para recorrer una ciudad como París no queda mas remedio que tomar el metro o el bus. Existen bonos de 10 viajes de metro/bus que salen algo mas baratos que comprar los billetes sencillos.


Nada mas dejar las maletas en el hotel nos fuimos caminando a los campos elíseos y nos los recorrimos hasta llegar al Arco del Triunfo. Es un paseo largo pero muy bonito en una mañana soleada como la que nos recibió. Comenzamos en la plaza de la Concordia con su magnífico obelisco y continuamos por los preciosos jardines de la zona de Clemenceau que van estrechándose hasta desembocar en una avenida realmente cosmopolita y variada en la que igual te encuentras tiendas de Cartier, restaurantes de comida rápida o establecimientos de todas las grandes cadenas internacionales, desde la a de Adidas hasta la z de Zara. Es como ir paseando por un gran centro comercial al aire libre en el que disfrutas de la luz y de un exuberante ambiente callejero.

Después de comer optamos por subir a Montmartre. Quizá la zona que más nos gustó de París por su ambiente bohemio y por el encanto de sus callejuelas llenas, incluso en invierno, de terrazas, cafeterías, tiendas, galerías de arte… y, todo hay que decirlo, por sus magníficas creperías y pastelerías. Aquí los golosos como yo no perderán el tiempo. Probé unos dulces de pistacho en una pastelería junto a Ambesses y me gustaron tanto que al día siguiente tuvimos que volver para repetir la merienda.


No puede dejarse de subir, bien por escaleras o en su funicular, a la Basílica del Sagrado Corazón desde donde se divisan unas vistas espectaculares de la ciudad. Desde allí, ya anocheciendo fuimos bajando hasta el Boulevard de Clichy donde, tras hacernos la obligada foto en el Moulin Rouge tomamos el metro hasta el hotel.


El segundo día nos levantamos temprano y nos fuimos a ver la Torre Eiffel. Optamos por coger el metro hasta la estación de École Militaire y recorrer los famosos Campos de Marte. Reconozco que a pesar de mis prejuicios, cuando de repente tuerces una esquina y te encuentras con la famosa torre, impresiona. Resulta realmente espectacular por su descomunal tamaño, si, pero también por lo bien que lleva sus casi 10.000 toneladas de acero distribuidas en una figura que cuando la tienes delante, sin saber exactamente porqué, te resulta realmente atractiva.  


Después de ver la torre y para descansar un poco, optamos por tomar uno de los numerosos paseos en barco por el Sena, que se pueden coger en el embarcadero, junto a la torre y frente al Trocadero. Estos cruceros, como aquí los llaman, te permiten tomar una vista panorámica de algunos de los edificios mas representativos de la ciudad y de las riveras declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. A parte de lo agradable que resulta el paseo, como gran parte de París se encuentra construida de cara al Sena, nos permite descubrir, en poco mas de una hora, un gran número puentes, monumentos, edificios y ambientes a los que llegar a pié resultaría mucho mas lento.


Para rematar la mañana, y ya que estábamos por aquella zona, nos fuimos a ver el Hôtel des Invalides y la tumba de Napoleón. Y como guinda, nos encontramos en la misma Plaza des Invalides con una concentración de coches antiguos que nos permitió ver algunas piezas realmente bonitas y magníficamente conservadas.


Por la tarde, decidimos visitar el Jardin des Tuileries y la Cité, una isla en medio del Sena de poco mas de un kilómetro de largo que atesora algunos edificios de obligada visita como Notre Dame.

Los jardines de Tuileries reciben su nombre del hecho de que en el pasado albergaran numerosas fábricas de tejas “tuiles” y están también declarados Patrimonio de la Humanidad. Resulta gratificante pasear, a pesar del frío, por estos bonitos jardines, salpicados de preciosas fuentes y estatuas. Junto a los jardines se encuentra el Museo del Louvre con La Gioconda en su interior. 


Desde allí en un paseo se llega a la Cité, una preciosa isla flanqueada por dos brazos del Sena, en cuyo interior se encuentran algunas de las joyitas arquitectónicas de París. Todo el mundo estará pensando ya en Notre Dame pero, además de la Catedral, tenemos que visitar la Sainte Chapelle y admirar la arquitectura de la Conciergerie o la preciosa fachada del Tribunal de Grande Instance. Y ya de paso, echar un ojo al mercado de artesanía de le jardin de Chantal (Plaza Louis Lépine).


Para rematar el día, como ya comenté, nos cogimos el metro en la estación de Cité y volvimos a subir a Montmartre para cenar por aquella zona, comprar alguna dulzaina y disfrutar de su ambiente nocturno.

Y llegó el último día. Sabíamos que nos quedaban montones de cosas por ver pero, aun así, como era lunes decidimos dedicarnos conocer un poco el ambiente de esta ciudad en un día laborable. Yo creo que la gente va mas tranquila que en nuestro nervioso Madrid, o al menos esa es la sensación que yo tuve.


Nos fuimos paseando tranquilamente desde la Opera hasta châtelet y sin darnos cuenta estábamos otra vez en la Cité. Entonces decidimos coger un autobús un poco a lo loco para dar una panorámica por la ciudad y acabamos en la estación del Este junto a la bonita Iglesia de Saint-Laurent. Allí tomamos el 32 que nos llevó por todo el centro de la ciudad, pasando de nuevo por el Moulin Rouge  y el arco del triunfo y llegando hasta el Trocadero desde donde tiramos las últimas fotos de la torre Eiffel.

Ya sólo nos quedaba ir al Hotel a por las maletas y volver a casa. C'est la vie.

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