La ciudadela de Machu Picchu se encuentra a unos 2400 metros de altura, en una pequeña llanura flanqueada por dos montañas: Huayna Picchu y la montaña Machu Picchu. Si estáis un poquito en forma y os animáis a ir temprano por la mañana, yo os aconsejo que subáis a alguna de las dos. Eso sí, comprad las entradas con antelación por Internet porque existe un cupo limitado de visitantes que pueden acceder diariamente a cada una de ellas y se agotan rápido. Nosotros habíamos pensado en subir a Huayna Picchu pero nos quedamos sin entradas y tuvimos que subir a la montaña de Machu Picchu aunque al final no nos arrepentimos en absoluto.
Huayna Picchu alcanza 2667 metros de altitud y es famosa por
tener en su cima una serie de construcciones funerarias y otros restos
arqueológicos. El desnivel desde Machu Picchu no llega a 300 metros pero el
ascenso tiene algunos tramos complicados con escaleras talladas en la roca y en
los que te tienes que ayudar de cables para subir.
La montaña Machupicchu es bastante mas alta, 3082 metros y
aunque carece de restos arqueológicos nos ofrece una perspectiva impresionante
de la ciudadela y de Huayna Picchu (o muchas distintas conforme vayamos
ascendiendo). El desnivel en este caso es de casi 700 metros y, aunque casi
todo está trazado en escalera de piedra, tiene algunos tramos con un desnivel
agotador de mas del 100% y en algunos casos al borde del precipicio por lo que
tampoco es muy recomendable para gente con vértigo. Yo en particular no llevo
muy bien las alturas y subí, pero imagino que habrá gente que pueda pasarlo mal.
Cuando
llegas arriba la vista es realmente espectacular… si no te encuentras rodeado
de un mar de nubes como nos pasó a nosotros. Si fuera así, no te preocupes, te
sientas un ratito en el mirador de la cima y esperas a que el viento reinante
en esas montañas se lleve las nubes a otro lado. Cuando de repente se abran las
nubes y te encuentres con esa imagen… te darás cuenta de que el esfuerzo de
subir ha merecido la pena.
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