viernes, 28 de febrero de 2014

Machu Picchu 2. Huayna Picchu y la Montaña de Machu Picchu


La ciudadela de Machu Picchu se encuentra a unos 2400 metros de altura, en una pequeña llanura flanqueada por dos montañas: Huayna Picchu y la montaña Machu Picchu. Si estáis un poquito en forma y os animáis a ir temprano por la mañana, yo os aconsejo que subáis a alguna de las dos. Eso sí, comprad las entradas con antelación por Internet porque existe un cupo limitado de visitantes que pueden acceder diariamente a cada una de ellas y se agotan rápido. Nosotros habíamos pensado en subir a Huayna Picchu pero nos quedamos sin entradas y tuvimos que subir a la montaña de Machu Picchu aunque al final no nos arrepentimos en absoluto.



Huayna Picchu alcanza 2667 metros de altitud y es famosa por tener en su cima una serie de construcciones funerarias y otros restos arqueológicos. El desnivel desde Machu Picchu no llega a 300 metros pero el ascenso tiene algunos tramos complicados con escaleras talladas en la roca y en los que te tienes que ayudar de cables para subir.


La montaña Machupicchu es bastante mas alta, 3082 metros y aunque carece de restos arqueológicos nos ofrece una perspectiva impresionante de la ciudadela y de Huayna Picchu (o muchas distintas conforme vayamos ascendiendo). El desnivel en este caso es de casi 700 metros y, aunque casi todo está trazado en escalera de piedra, tiene algunos tramos con un desnivel agotador de mas del 100% y en algunos casos al borde del precipicio por lo que tampoco es muy recomendable para gente con vértigo. Yo en particular no llevo muy bien las alturas y subí, pero imagino que habrá gente que pueda pasarlo mal.


Cuando llegas arriba la vista es realmente espectacular… si no te encuentras rodeado de un mar de nubes como nos pasó a nosotros. Si fuera así, no te preocupes, te sientas un ratito en el mirador de la cima y esperas a que el viento reinante en esas montañas se lleve las nubes a otro lado. Cuando de repente se abran las nubes y te encuentres con esa imagen… te darás cuenta de que el esfuerzo de subir ha merecido la pena.



Machu Picchu 1. Hasta Aguas Calientes

Por fin llegamos a Machu Picchu, ese lugar que todo el que visita Perú lleva en su agenda.

Si viajas por tu cuenta como nosotros, tienes que organizar de antemano la visita para aprovechar bien el tiempo. Yo creo que lo mas razonable es coger un hotel en Aguas Calientes (o Machu Picchu pueblo) y subir a la ciudadela por la mañana temprano. Si además quieres subir a Huayna Picchu o a la montaña Machu Picchu ya no queda mas remedio que subir a primera hora por lo que se hace imprescindible hacer noche en esta localidad.


Aguas calientes está justo debajo de Machu Picchu, en el fondo del Valle y desde aquí se cogen los microbuses que suben a la ciudadela (a no ser que seamos unos valientes y decidamos subir andando).

Existen muchas formas de llegar hasta Aguas Calientes. Sobre este tema hay muchísima información en Internet e incluso pueden adquirirse de antemano los billetes de tren si optamos por este medio. Nosotros fuimos en tren desde Ollantaytambo pero ya digo que existen muchas combinaciones en función de nuestras preferencias o de lo queramos visitar de camino.
El tren a Aguas Calientes no es barato pero, sin duda, es la forma mas cómoda y rápida de cubrir el último tramo del camino. Son trenes con vistas panorámicas que nos permiten apreciar el paisaje conforme nos vamos adentrando en la garganta del río Vilcanota.

Aguas Calientes no es una localidad al uso, es un pueblo hecho de la nada en medio de la selva peruana para alojar a los turistas que visitan Machu Picchu. Su población, mayoritariamente indígena, ha hecho del turismo su forma de vida y su amabilidad hará que nos sintamos como en nuestra casa.


Aguas Calientes tampoco es un pueblo bonito pero el entorno en el que se encuentra es realmente espectacular. Los protagonistas de este lugar son la selva, las montañas y, especialmente si viajas en época de lluvias como nosotros, el río. El río Vilcanota a su paso por Aguas Calientes tiene una anchura de unos 50 metros y en febrero tiene un caudal impresionante. Parece imposible que un río así este corriendo día tras día sin que se acabe el agua de las montañas pero así son las cosas en América, a lo grande.


El cuarto protagonista de Aguas Calientes es el tren. Como os comenté, hasta Aguas Calientes a duras penas se puede llegar por carretera y el tren cobra una gran importancia. Toda la localidad está construida en torno al tren, a sus vías y a su estación. El tren es sin duda el nexo de unión de este recóndito lugar con el resto del mundo.


Bueno, vamos a dejarlo que mañana toca madrugar y subir a Machu Picchu.

jueves, 27 de febrero de 2014

El Cuzco (o El Cusco)

Esta fue nuestra segunda etapa en Perú. Cuzco se encuentra en el interior del país, sobre la cordillera de los Andes, a 4000 kilómetros de Lima y a unos 3400 metros sobre el nivel del mar.

Esta ciudad, que fue la capital de los Incas, es una parada obligada en el camino a Machupicchu y deberíamos reservar al menos un par de días para su visita ya que por si misma representa uno de los destinos mas atractivos de Perú.



Cuzco es una ciudad para visitar a pie. Es verdad que tiene mas de cuatrocientos mil habitantes pero su centro histórico, incluido el barrio de San Blas, se concentra en un área de poco mas de un kilómetro de diámetro que atesora un patrimonio monumental impresionante.

En Cuzco si que debemos elegir un hotel en el centro, así podremos apreciar el encanto de la ciudad y el ambiente de su centro histórico. Esta zona de Cuzco es un área muy segura y poder pasear por sus callejuelas incluso bien entrada la noche no tiene precio.


Nosotros nos alojamos en el Hostal Inti Wasi junto a la plaza de Armas y me encantó. Es un hotelito pequeño, cómodo y limpio, sin lujos pero con el encanto de dormir en una antigua casa colonial, en medio del caco histórico y con una atención súper amable por parte de su personal. Sin duda lo recomiendo para todo aquel que no necesite estrellas para dormir.

La Plaza de Armas es el centro monumental de Cuzco. En ella se encuentra la Catedral y la Iglesia de la Compañía formando un fabuloso conjunto bordeado por casas porticadas que dejan entrever por encima de sus tejados las verdes montañas que rodean la ciudad . La estampa es preciosa. También encontraremos en la plaza muchos restaurantes, tiendas y otros servicios como la oficina de turismo.



A solo unos pasos estaremos en la Plaza Regocijo donde encontraremos el Ayuntamiento y algunas preciosas casonas de la época colonial como la de Garcilaso. Si seguimos un poco mas hacia arriba llegaremos a la Plaza de San Francisco donde encontraremos la Iglesia del mismo nombre y a unos pocos pasos, la casa colonial Márquez o la Iglesia de San Pedro. Desde allí, cruzando el arco de Santa clara llegaremos a la Iglesia de Santa Clara y junto a ella, al mercado de San Pedro.



Desandando el camino regresaremos a la Plaza de Armas y cruzándola hacia el lado contrario, entre la Catedral y la Iglesia de la Compañía encontraremos la calle del Triunfo. Siguiéndola hacia arriba entraremos en el pintoresco barrio de San Blas en el que callejeando encontraremos numerosas tiendas y mercadillos de artesanía, algunas iglesias como la de Las Nazarenas o la de San Blas y, como no, el palacio de la calle Hatun Rumiyoc en cuya fachada se conserva un lienzo completo de muralla inca que incluye la famosa piedra de los doce ángulos.



Con eso y algún museo como el Qorikancha o el de historia regional, creo que habremos visto lo esencial de Cuzco. Si nos sobra tiempo podemos visitar algunos de los sitios arqueológicos de los alrededores como Puca Pucara, Tambomachay, Q'enqo, Sacsayhuamán,...

Si queremos algún producto de artesanía de la zona, creo que Cuzco es de los mejores sitios para comprarlos. En el barrio de San Blas hay muchísimas tiendas. También hay algunas cerca del arco de Santa Clara y en el mercado de San Pedro donde algunos de los puestos de comida se han reconvertido para la venta de este tipo de productos.


En cuanto a la comida, en Cuzco hay muchísimos restaurantes y por lo general con unos precios bastante económicos. Podemos probar el Cuy, la alpaca, las papas,… ah y no dejéis de probar la chicha (cerveza de maíz) y la limonada, que también la hacen muy rica.





En cuanto al tema del mal de altura, pues ya se que 3.400 metros sobre el nivel del mar no es una exageración pero es cierto que yo (como tantos) al segundo día lo noté un poco. No es que me revolviera el cuerpo o me diera dolor de cabeza pero si me sentía algo mareado como cuando llevas un tiempo en un barco y bajas a tierra. En los hoteles te suelen poner infusiones de coca para remediarlo pero yo ni con esas…


Ah, se me olvidaba, para terminar, una referencia al nombre: Cuzco o Cusco... ambas se consideran válidas. Los Cusqueños usan mas Cusco pero en España y otros países americanos conocemos la ciudad como Cuzco por eso yo he usado siempre este término.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Perú a nuestro aire.

Bueno, ¡por fin! he sacado un ratillo para colgar la primera parte de nuestro viaje a Perú.

Todo el viaje lo organizamos por nuestra cuenta y la verdad es que nos salió bastante bien. Hoy en día gracias a Internet es sencillísimo recopilar la información necesaria para organizar un viaje de este tipo e incluso para reservar las entradas a muchos monumentos y los billetes de avión o tren que necesitemos para nuestros desplazamientos.

Dado que sólo contábamos con una semana, tuvimos que limitar el viaje a Lima, Cuzco, Aguas Calientes y Machu Pichu. No daba tiempo a más y nos dejamos muchas cosas por ver. El lado bueno es que así tenemos excusa para volver en otra ocasión a este precioso país.

Nuestra primera parada fue Lima. El vuelo de ida y el de regreso a España pasaban por el aeropuerto Internacional Jorge Chávez así que la primera y la última noche las hicimos en esta ciudad.

Si nos hubiéramos dejado llevar por algunos foros no habríamos visitado Lima. Puedes leer comentarios que dicen que no merece la pena, que es una ciudad muy peligrosa, que te atracarán si o si, que el casco antiguo está muy deteriorado... Por suerte yo soy de esos cabezones a los que nos gusta quemarnos con la plancha para ver si está caliente y que prefiere ver si de verdad algo merece o no la pena y la verdad es que me alegro de haber dedicado algo de nuestro escaso tiempo a visitar Lima.

El hotel lo cogimos en el barrio de Miraflores. Al fin y al cabo solo lo queríamos para dormir y si lo tienes en una zona tranquila, bien comunicada, con todos los servicios necesarios y por la que puedes pasear tranquilo incluso bien entrada la noche, mejor.


Lima es una ciudad de enormes contrastes. Es una urbe de 8 millones de habitantes donde convive la mas absoluta pobreza, representada por millones y millones de personas que carecen de los medios mas elementales, con una emergente y aun minoritaria clase media-alta (e incluso muy alta) que se concentra en barrios residenciales como Miraflores o San Isidro en los que uno se olvida de lo que ocurre un poco mas allá. Tan solo las alambradas electrificadas, las enormes rejas y las alarmas en cada casa te recuerdan que en esta ciudad hay demasiada gente que tiene muy poco que perder y que salen cada día de sus favelas para buscar algo con lo que sobrevivir.

Pero bueno, volvamos a nuestra visita, que el primer día se centró en el casco antiguo de Lima. Para llegar desde Miraflores o San Isidro hasta el casco antiguo, lo mejor es tomar el metropolitano. No, no es un “metro” a la europea. El metropolitano de Lima es un sistema de autobuses que utiliza, al menos en parte de su recorrido, carriles exclusivos y físicamente separados para que los que los demás vehículos no puedan acceder. Eso les permite cruzar la ciudad de forma rápida y en nuestro caso nos permitió llegar desde nuestro hotel hasta el corazón del casco antiguo en unos pocos minutos.


Una vez allí, la visita debe comenzar por la Plaza de Armas, un magnífico conjunto arquitectónico que por si solo justifica el paseo. La Catedral, el Palacio de Gobierno y el Ayuntamiento rodean un pequeño parque bordeado al sur por otros edificios coloniales.


Callejeando desde la plaza podemos llegar en un agradable paseo a innumerables Iglesias como las de San Francisco, San Agustín, Santo domingo,… también muy cerca hay magnificas representaciones de la arquitectura civil colonial como la bonita casa de Correos o la casa de Osambela.

Después nosotros bajamos hasta la Plaza de San Martín. Allí se encuentra el Hotel Bolívar donde cuentan que se sirvió por primera vez el delicioso pisco sour, el coctel mas típico del Perú y que no podéis dejar de probar.

A dos manzanas está el parque universitario y desde allí podemos volver a subir pasando por la iglesia de los huérfanos, la casa de Goyeneche, el Palacio de Torre Tagle y la Iglesia de San Pedro. Desde esa zona nosotros nos fuimos callejeando hasta el barrio chino y el mercado central donde pudimos contemplar otra dimensión de esta ciudad multicultural.

Tras comer en el centro, donde por cierto hay muchísimos restaurantes para todos los gustos y bolsillos, decidimos dar un paseo para bajar la comida así que nos encaminamos hasta la Plaza del 2 de Mayo donde tomamos el Metropolitano de regreso a Miraflores.


Conforme uno va saliendo del centro histórico, lo nota. Ya no está todo tan cuidado, no hay tanta policía y en la calle y en el tráfico se aprecia otro ritmo de vida, mas acelerado y caótico. De todas formas paseando por esa zona en ningún momento tuvimos sensación de inseguridad.


Y aquí quiero romper otra lanza en favor de esta ciudad, o al menos de su casco histórico y alrededores. Imagino que habrá delincuencia, no lo pongo en duda por respeto a aquellos que en alguna ocasión la hayan sufrido, pero quiero dejar claro que paseando por el centro (y a veces no tan centro) con la cámara en el cuello y la pinta de turista tatuada en la frente, en ningún momento nos sentimos amenazados o inseguros ni tuvimos la sensación de ser el objetivo de algún caco.

Como en el centro turístico de cualquier gran ciudad, todo es ir con ojo y sentido común. Nosotros llegamos a cruzar el río Rimac (todo el mundo te aconseja que no lo hagas) y estuvimos fotografiando en las inmediaciones de la Iglesia de San Lázaro y nos dimos la vuelta porque un policía nos aconsejó que por nuestra seguridad nos volviéramos al centro pero, sinceramente, incluso en aquella zona, no nos sentimos mas amenazados o inseguros de lo que se puede uno sentir en ciertos barrios de nuestro querido Madrid. En fin, igual simplemente tuvimos suerte…

Para rematar la tarde-noche nos volvimos a Miraflores a cenar y dar una vuelta desde el parque Kennedy hasta el malecón y el famoso centro comercial Larcomar.


El segundo día en Lima fue el de regreso. El vuelo a Madrid salía por la tarde así que dispusimos de un buen rato que dedicamos a conocer un poco mas la zona de San Isidro y por supuesto, las famosas Huacas.


Las Huacas limeñas son unas curiosas construcciones, normalmente con forma de pirámide, de unos 5000 años de antigüedad (casi de la misma época que las de Egipto) a las que se atribuye un sentido religioso aunque realmente no se conoce con detalle su verdadera función. Quedan aun unas 30 en toda la ciudad y aunque de estilos distintos, suelen estar fabricadas de adobe, barro y cantos rodados.


Nosotros visitamos dos de las mas famosas: Huallamarca y Huaca Pucllana pero si se tiene mas tiempo hay otras muchas que se encuentran en un buen estado de conservación/restauración.

miércoles, 19 de febrero de 2014

París en poco mas de dos días


París no era precisamente de esas ciudades que yo tenía en mi lista de deseos. Es verdad que no conozco a nadie que haya ido y no le haya gustado pero, aun así, no sé porqué, no era una ciudad que me atrajera especialmente… hasta que la conocí.

La verdad es que es una ciudad muy bonita. Hasta la torre Eiffel, que en fotos siempre me resultó de lo mas cursi, he de reconocer que gana en persona.

No teníamos mucho tiempo para visitarla, apenas dos días y medio, así que decidimos planificar bien la visita y aprovechar los cortos días de enero al máximo. Esto exige levantarte pronto y aprovechar las primeras horas de la mañana aunque haya que abrigarse bien porque en París en enero hace FRIO.

Nuestro vuelo llegaba a primera hora de la mañana al aeropuerto de Orly que está bien comunicado por bus y tren con la ciudad aunque en cualquiera de los casos hay que rascarse el bolsillo. Nosotros optamos por el Orlyval, un tren que en pocos minutos te lleva a la estación de Antony, donde puedes conectar con la red de metro para ir a cualquier punto de París. Solo el Orlyval cuesta 9€ (2014) y si optáis por el combinado orlyval-metro sale por 11,65€. Es un medio rápido y cómodo.

Otra buena alternativa es el Orlybus que cuesta algo menos y en poco mas de media hora te acerca a Denfert-Rochereau donde puedes enlazar con la red de metro y RER (tren de cercanías). Ambos medios están incluidos en los diferentes bonos por días/zonas que vende la RATP (Visite Card), que valen una pasta pero que si se va a usar mucho el transporte pueden llegar a compensar. Es cuestión de echar cuentas.

Nosotros nos buscamos un hotel en el centro, junto a la Iglesia de Madeleine, a mitad de camino entre la Ópera y los Campos Elíseos. Aun así, para recorrer una ciudad como París no queda mas remedio que tomar el metro o el bus. Existen bonos de 10 viajes de metro/bus que salen algo mas baratos que comprar los billetes sencillos.


Nada mas dejar las maletas en el hotel nos fuimos caminando a los campos elíseos y nos los recorrimos hasta llegar al Arco del Triunfo. Es un paseo largo pero muy bonito en una mañana soleada como la que nos recibió. Comenzamos en la plaza de la Concordia con su magnífico obelisco y continuamos por los preciosos jardines de la zona de Clemenceau que van estrechándose hasta desembocar en una avenida realmente cosmopolita y variada en la que igual te encuentras tiendas de Cartier, restaurantes de comida rápida o establecimientos de todas las grandes cadenas internacionales, desde la a de Adidas hasta la z de Zara. Es como ir paseando por un gran centro comercial al aire libre en el que disfrutas de la luz y de un exuberante ambiente callejero.

Después de comer optamos por subir a Montmartre. Quizá la zona que más nos gustó de París por su ambiente bohemio y por el encanto de sus callejuelas llenas, incluso en invierno, de terrazas, cafeterías, tiendas, galerías de arte… y, todo hay que decirlo, por sus magníficas creperías y pastelerías. Aquí los golosos como yo no perderán el tiempo. Probé unos dulces de pistacho en una pastelería junto a Ambesses y me gustaron tanto que al día siguiente tuvimos que volver para repetir la merienda.


No puede dejarse de subir, bien por escaleras o en su funicular, a la Basílica del Sagrado Corazón desde donde se divisan unas vistas espectaculares de la ciudad. Desde allí, ya anocheciendo fuimos bajando hasta el Boulevard de Clichy donde, tras hacernos la obligada foto en el Moulin Rouge tomamos el metro hasta el hotel.


El segundo día nos levantamos temprano y nos fuimos a ver la Torre Eiffel. Optamos por coger el metro hasta la estación de École Militaire y recorrer los famosos Campos de Marte. Reconozco que a pesar de mis prejuicios, cuando de repente tuerces una esquina y te encuentras con la famosa torre, impresiona. Resulta realmente espectacular por su descomunal tamaño, si, pero también por lo bien que lleva sus casi 10.000 toneladas de acero distribuidas en una figura que cuando la tienes delante, sin saber exactamente porqué, te resulta realmente atractiva.  


Después de ver la torre y para descansar un poco, optamos por tomar uno de los numerosos paseos en barco por el Sena, que se pueden coger en el embarcadero, junto a la torre y frente al Trocadero. Estos cruceros, como aquí los llaman, te permiten tomar una vista panorámica de algunos de los edificios mas representativos de la ciudad y de las riveras declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. A parte de lo agradable que resulta el paseo, como gran parte de París se encuentra construida de cara al Sena, nos permite descubrir, en poco mas de una hora, un gran número puentes, monumentos, edificios y ambientes a los que llegar a pié resultaría mucho mas lento.


Para rematar la mañana, y ya que estábamos por aquella zona, nos fuimos a ver el Hôtel des Invalides y la tumba de Napoleón. Y como guinda, nos encontramos en la misma Plaza des Invalides con una concentración de coches antiguos que nos permitió ver algunas piezas realmente bonitas y magníficamente conservadas.


Por la tarde, decidimos visitar el Jardin des Tuileries y la Cité, una isla en medio del Sena de poco mas de un kilómetro de largo que atesora algunos edificios de obligada visita como Notre Dame.

Los jardines de Tuileries reciben su nombre del hecho de que en el pasado albergaran numerosas fábricas de tejas “tuiles” y están también declarados Patrimonio de la Humanidad. Resulta gratificante pasear, a pesar del frío, por estos bonitos jardines, salpicados de preciosas fuentes y estatuas. Junto a los jardines se encuentra el Museo del Louvre con La Gioconda en su interior. 


Desde allí en un paseo se llega a la Cité, una preciosa isla flanqueada por dos brazos del Sena, en cuyo interior se encuentran algunas de las joyitas arquitectónicas de París. Todo el mundo estará pensando ya en Notre Dame pero, además de la Catedral, tenemos que visitar la Sainte Chapelle y admirar la arquitectura de la Conciergerie o la preciosa fachada del Tribunal de Grande Instance. Y ya de paso, echar un ojo al mercado de artesanía de le jardin de Chantal (Plaza Louis Lépine).


Para rematar el día, como ya comenté, nos cogimos el metro en la estación de Cité y volvimos a subir a Montmartre para cenar por aquella zona, comprar alguna dulzaina y disfrutar de su ambiente nocturno.

Y llegó el último día. Sabíamos que nos quedaban montones de cosas por ver pero, aun así, como era lunes decidimos dedicarnos conocer un poco el ambiente de esta ciudad en un día laborable. Yo creo que la gente va mas tranquila que en nuestro nervioso Madrid, o al menos esa es la sensación que yo tuve.


Nos fuimos paseando tranquilamente desde la Opera hasta châtelet y sin darnos cuenta estábamos otra vez en la Cité. Entonces decidimos coger un autobús un poco a lo loco para dar una panorámica por la ciudad y acabamos en la estación del Este junto a la bonita Iglesia de Saint-Laurent. Allí tomamos el 32 que nos llevó por todo el centro de la ciudad, pasando de nuevo por el Moulin Rouge  y el arco del triunfo y llegando hasta el Trocadero desde donde tiramos las últimas fotos de la torre Eiffel.

Ya sólo nos quedaba ir al Hotel a por las maletas y volver a casa. C'est la vie.