Después de años deseando ir a Polonia y en particular a su zona sur donde se concentran muchas de las perlas de este país, por fin este año nos animamos a ir a descubrirla en persona. Organizamos el viaje por nuestra cuenta, reservando los vuelos, el hotel y un coche de alquiler (por cierto, desde aquí les mando un 10 a los de Pol-spain).
Descartada Varsovia, dada la duración del viaje, elegimos un hotel en Cracovia desde el que movernos por la zona.
De lo que teníamos planeado visitar, muchas cosas tuvimos que dejarlas para otra ocasión (quizá lo que mas pena me dio fue perderme Wroclaw), pero en parte fue porque nos gustó tanto Cracovia que le dedicamos mas tiempo del que teníamos planeado. En fin, dicen que sarna con gusto no pica.
Por cierto, de Polonia me vengo sin pajaritos, no porque no los hubiera, que los había a montones y alguno hasta se puso a tiro, sino porque iba «de ligero» y el tele se tuvo que quedar en casa.
Por cierto, de Polonia me vengo sin pajaritos, no porque no los hubiera, que los había a montones y alguno hasta se puso a tiro, sino porque iba «de ligero» y el tele se tuvo que quedar en casa.
Voy a dedicar esta entrada a Cracovia, que como he dicho nos encantó, y otras a las excursiones que hicimos por los alrededores de esta ciudad y a los antiguos campos de concentración de Auschwitz.
El centro la ciudad es una autentica maravilla. Cracovia no fué arrasada por los alemanes en la 2ª Guerra Mundial como otras ciudades polacas y gracias a ello conserva la estructura de calles que mantenía desde el siglo XIII. Por el contrario, su muralla (de la que sólo se conserva un fragmento en la zona norte, junto a la puerta se San Froilán), ha ido dejando su lugar a unos bonitos jardines que rodean lo que entonces eran los límites de la ciudad.
El centro neurálgico de la urbe, y donde desembocaremos tras cualquiera de nuestros paseos por el casco antiguo es, sin duda alguna, la Plaza del mercado (Rynec Glowny), la mas grande de Europa y en la que destacan, de forma especial tres edificios: La imponente Basílica de Santa María, el antiguo mercado de paños y la torre del Ayuntamiento, único recuerdo que queda de este edificio ya derruido.
Cuenta con un sinfín de restaurantes, terrazas, cafes y, como no, la galería alojada en la lonja de paños que actualemente se ha convertido en un encantador mercadillo de artesanía.
Sólo con ir paseando por las callejuelas que la rodean, nos iremos encontrando una interminable colección de iglesias, palacios y edificios representativos como el Colegius Maius, segunda universidad europea y en la que estudiaron innumerables personajes ilustres, desde el mismísimo Copernico hasta el Papa Juan Pablo II.
Y si nos decidimos a bajar un poco mas por Ulica (calle) Grodzka, quizá la principal via comercial de Cracovia, nos encontraremos a la derecha el cerro de Wawel, donde se erigen de forma imponente el Castillo y la Catedral y, un poco mas adelante, el precioso barrio de Kazimierz en el que residían los judios de Cracovia antes de ser expulsados al gueto que se creó al otro lado del río y, posteriormente, eliminados por los nazis en diversos campos de exterminio.
En este mismo barrio podemos aprovechar para almorzar o sentarnos tranquilamente a reponer fuerzas en algunos de sus encantadores cafés (establecimeientos que por cierto, podremos encontrar en cualquier rincón de Cracovia y que en general tienen un ambiente tranquilo y muy agradable).
En cuanto a los restaurantes podemos probar en cualquiera de los innumerables que se reparten por la ciudad. Tienen una cocina bien elaborada y unos precios increiblemente baratos. Ah y no nos olvidemos de regar nuestro plato con alguna de las magníficas cervezas polacas servidas normalmente en vasos de medio litro...
Pero bueno, creo que el mejor consejo que se puede dar con respecto a Cracovia es, sin duda, que se vaya a verla en persona, no creo que nadie quede defraudado por esta preciosa ciudad y por esta encantadora gente... apenas llevo una semana en Madrid y ya la echo de menos. Me da que habrá que volver.