Sólo la palabra ya nos trae algo a la mente. De hecho, todo el que viene a Polonia se hace la misma pregunta ¿voy a Auschwitz?
Desde luego, este lugar no deja indiferente a nadie. Cada uno lo siente a su manera pero a todos nos remueve algo por dentro ¿eso es malo? Yo creo que no.
Auschwitz es una de las mas lamentables páginas de nuestra historia, desde luego, pero no por no verlo va a dejar de serlo. Al contrario, creo que si todos fuéramos algo mas conscientes de lo que allí pasó, se reducirían las posibilidades de que algo así pueda llegar a repetirse.
No quiero decir con esto que todo el mundo deba pasar el mal rato, no. Auschwitz no es plato de buen gusto y a quien sus sentimientos no se lo aconsejen, mejor que no vaya. Pero también es cierto que si estudias su historia, si sabes de antemano lo que allí pasó y si te documentas sobre la dimensión de la barbarie humana en aquel lugar, al final la visita simplemente te ayuda a constatar la magnitud y la realidad de aquellos hechos y, como ya he dicho, te hace ser mas consciente (aunque todos los sepamos) de que aquello realmente sucedió, con personas reales, mucho mas allá de lo que dicen los libros.
En fin, yo os cuento mi visita por si os interesa (me he ahorrado cualquier imagen de las que considero que pudieran llegar herir la sensibilidad de algunas personas) :
La visita de Auschwitz comprende dos de los numerosos campos de concentración y exterminio que los nazis crearon en las cercanías de Cracovia: Auschwitz I y Auschwitz II – Birkenau.
Nada tiene que ver la apariencia del uno con la del otro. Auschwitz I se creó casi al principio de la ocupación polaca y originalmente fue un campo de concentración, podríamos decir «convencional». Conforme pasó el tiempo y los nazis decidieron su «solución final», se convirtió en uno más de los campos de exterminio de los nazis y hasta tuvo sus propias cámaras de gas, pero estas fueron improvisadas en edificaciones creadas originalmente para otros fines.
Auschwitz I se conserva tal y como estaba cuando lo liberaron las tropas rusas y conserva un gran número de enseres personales de los prisioneros que allí acabaron junto con fotografías, listas de nombres… todo esto te hace personalizar la historia, «meterte en la película», y empezar a sentir el campo desde la perspectiva de las personas que por allí pasaron. Por ello la visita de este campo es muy emotiva (y según para quien, puede llegar a ser mas impresionante que la de Birkenau).
Birkenau (o Auschwitz II) es otra historia. Ya desde que se entra por la puerta, al lado de por donde entraban los trenes cargados de prisioneros, uno se da cuenta de que aquello es distinto. Birkenau parece mas una auténtica factoría (de matar) y si nos fijamos en los «establos» en los que se hacinaba a los prisioneros es inevitable pensar en un auténtico matadero de ganado.
Que nadie malinterprete esta expresión. En Auschwitz no valen los eufemismos y en este lugar el ser humano perdió esa condición, y obviamente no me refiero a aquellos que a la fuerza, fueron tratados y asesinados de una forma infinitamente mas cruel a como hoy en día son tratadas las bestias, sino a todo aquel que creó, mantuvo o en cualquier medida colaboró para que esto fuera lo que llegó a ser.
A Birkenau llegaban trenes cargados de prisioneros hacinados en bagones de ganado (en su mayoría judíos búlgaros o polacos, pero también gitanos, prisioneros de guerra, presos políticos, homosexuales,…) se seleccionaban, y los que valían para ir muriéndose poco a poco en trabajos forzados eran destinados a estos usos, los que no valían eran simplemente exterminados en las cámaras o almacenados en barracones a la espera de su triste final.
Curiosamente, en la actualidad reina en Birkenau una paz muy especial y, por contradictorio que pueda parecer, creo que la conservación de este lugar es un buen homenaje a aquellas personas y una forma de conservarlos en la memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario